Arribazones con restos de camalote en las Islas Cies.
 
El Jacinto de Agua o camalote (Eichhornia crassipes), designado por los aborígenes guaraníes como aguapé o aguapey es una planta acuática, monocotiledónea, perteneciente a la familia Pontederiaceae, originaria de América del Sur, en concreto, de las cuencas del río Amazonas y del río de la Plata. Esta especie habita en medios de agua estancada (lagos, lagunas, estanques, así como medios de aguas corrientes en los que la velocidad del agua es reducida (ríos, canales, zanjas de drenaje, etc.).

Esta planta es considerada como una de las 100 especies invasoras más dañinas del planeta de acuerdo con la Unión Internacional de Conservación dela Naturaleza (IUCN), poseyendo una gran capacidad para la colonización y producir un gran impacto ecológico, tal y como ha sucedido en Asia, América del Sur y del Norte. En Europa está presente en Portugal, España e Italia. En Galicia se ha citado a esta especie en sus 4 provincias.

El control y gestión de esta especie es muy costoso, baste como ejemplo mencionar cómo las labores de mitigación del Jacinto de Agua en el Guadiana, realizadas entre los años 2006-2012, han supuesto un coste de 21.700.000 euros.

En el Parque Nacional Marítimo Terrestre das Illas Atlánticas se han constatado arribazones del camalote en las playas del archipiélago de Cíes durante los años 2011 y 2012, llegando a retirarse un total de 4300 ejemplares de las playas de Rodas y Figueiras. Por este motivo se ejerce una vigilancia continua en estos arenales sin que en los últimos dos a?os se hayan registrado nuevas llegadas de la planta.
 

De acuerdo con los trabajos realizados por el GI-1934 Territorio – Biodiversidade, se puede concluir que los ejemplares de Jacinto de agua llegados al archipiélago de Cíes proceden del tramo final del río Duero (Portugal). El estado de estas plantas no era el más adecuado para el mantenimiento de su capacidad regenerativa, así como los sistemas de playa son totalmente inadecuados para el arraigo de estos especímenes. Sin embargo existe el peligro de que desde las palayas puedan ser transportadas yemas o tejidos que puedan desarrollar nuevas estructuras vegetativas, bien por la acción del viento, de animales o del hombre, y ser depositados en medios más adecuados para su mantenimiento.