El Día Mundial del Medio Ambiente es la fecha más importante en el calendario oficial de las Naciones Unidas para fomentar la acción ambiental. Desde 1974, el 5 de junio se ha convertido en una plataforma global de alcance público que reúne a gobiernos, empresas, celebridades y ciudadanos en torno a un asunto ambiental apremiante.

En 2020 el tema propuesto por la ONU es “la Biodiversidad –motivo de preocupación tanto urgente como existencial”. El incremento de los eventos degradativos causado por los humanos sobre el medio ambiente (contaminación, destrucción de hábitats, incendios forestales, expansión de especies exóticas, etc), y ahora la pandemia de COVID-19, demuestran la relación inextricable entre los humanos y las redes de la vida en las que vivimos. La naturaleza nos está enviando un mensaje.
 
El Día Mundial del Medio Ambiente es, sobre todo, una plataforma mundial para inspirar un cambio positivo, y se basa en el precepto de que un cambio global requiere de una comunidad global. El Día impulsa a las personas a pensar en la forma en la que consumen; a las empresas, a desarrollar modelos más ecológicos; a los agricultores y fabricantes, a producir de forma más sostenible; a los gobiernos, a salvaguardar los espacios silvestres; a los educadores, a inspirar a los estudiantes a vivir en armonía con la Tierra; y a los jóvenes, a que se conviertan en audaces guardianes de un futuro verde.
 


En este sentido debemos recordar que el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea considera que la legislaciones en materia de salud, seguridad, protección del medio ambiente y protección de los consumidores, se basará en un nivel de protección elevado, teniendo en cuenta especialmente cualquier novedad basada en hechos científicos. Esta idea es resalta en la parte específica sobre normativa ambiental cuando el legislado europeo considera: “La política de la Unión en el ámbito del medio ambiente tendrá como objetivo alcanzar un nivel de protección elevado, teniendo presente la diversidad de situaciones existentes en las distintas regiones de la Unión. Se basará en los principios de cautela y de acción preventiva, en el principio de corrección de los atentados al medio ambiente, preferentemente en la fuente misma, y en el principio de quien contamina paga”.
 
En un informe elaborado por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC)para la Organización Mundial de la Salud (OMS), relativo al Glifosato, uno de los componentes químicos más utilizado en la formulación de más de 750 herbicidas, se indicaba:
 
1.- El glifosato ha sido detectado en el aire por fumigación, en el agua y en la alimentación.

2.- Se han encontrado “evidencia de asociación positiva limitada”.

3.- no hay certeza absoluta de relación causal en seres humanos de la carcinogenicidad del glifosato.

4.- En estudios de control de caso por exposición ocupacional en los Estados Unidos, Canadá y Suecia se ha detectado un aumento de los riesgos de contraer linfoma no Hodgkin, incluso después de controlar la concurrencia con otros plaguicidas, aunque en el estudio de cohorte de Salud Agropecuaria no se ha notado un incremento significativo de este cáncer.

5.- En ratones de sexo masculino, un estudio ha probado que el glifosato provoca una tendencia positiva de desarrollar carcinoma túbulo renal, un tumor muy raro. Un segundo estudio en ratones machos encontró también una tendencia positiva de hemangiosarcoma. En otros dos estudios con rata macho, el glifosato aumentó los islotes de adenoma de células pancreáticas. Una formulación del glifosato promueve tumores de piel en estudios con ratones.

6.- Se ha detectado glifosato en sangre y en orina de trabajadores agrícolas, lo que indica que es absorbido.

7.- Se sabe que los microbios del suelo degradan el glifosato en aminomethylphosphorico (AMPA). Se ha detectado AMPA en sangre tras envenamientos lo que sugiere que se produce metabolismo microbial en seres humanos.

8.- El glifosato y las formulaciones comerciales con glifosato inducen daño en cromosomas y en ADN de mamíferos y en células humanas y animales in vitro.

9.- El glifosato incrementa la presencia en sangre de marcadores en sangre de daños cromosómicos en residentes de diversas comunidades rurales después de fumigar con agrotóxicos que contienen glifosato.

 
El informe de la IARC sirvió a la OMS para clasificar en marzo del 2015 al “Glifosato” como “posible carcinógeno humano”, incluyéndolo en consecuencia en la segunda categoría en toxicidad cancerígena a nivel mundial (2A)
 
La presión de las multinacionales y el lobby político lograron que la Unión Europea se mostrase tibia en el cumplimiento del principio que deben regir la política ambiental, retardando hasta el año 2022 la fecha para la prohibición del uso del “Glifosato” en la UE (Enlace-Parlamento), tal y como exigían distintos países liderados por Francia. Los análisis que justificaban la prórroga en el uso del glifosato fueron elaborados por la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y su acceso era restringido. Postura que fue denunciada ante el Tribunal General de la Unión Europea (TGUE), cuya sentencia obligó a la EFSA a dar acceso a los estudios sobre toxicidad y carcinogenicidad del glifosato, y con ello se puso en evidencia la falta de rigor científico de los mismos (Enlace).


 
Mientras que la polémica sobre el uso del Glifosato continua y nos acercamos a la fecha límite establecida para su uso por la Unión Europea, algunos países, comunidades autónomas e incluso corporaciones municipales han tomados sus propias medidas para dejar de emplear este controvertido compuesto químico. Recientemente la Xunta de Galicia se unió también a esta opción desterrando el uso del glifosato (Enlace-LVG). Por desgracias otras entidades públicas siguen usando el Glifosato como si fuera un producto inocuo. Así en las carreteras gallegas de titularidad estatal y en las vías férreas el Ministerio de Fomento siguen permitiendo el uso de glifosato, distribuyéndolo de forma generalizada tanto en tramos que discurren por humedales, corredores fluviales, áreas de alto valor ambiental, como en las proximidades de viviendas y cultivos de huerta, despreciando las posibles afecciones sobre la salud de las personas y las de los ecosistemas en lugar de optar por otros métodos de control que pueden resultar más costosos, pero que no suponen ningun riesgo.